Articulo de Manuel Jesús Lizana, historiador y socio de Plaza Vieja.
(Imágenes del campanario obtenidas del informe de Francisco López Marín)
El conocimiento de la existencia de la parroquia de San Millán es prácticamente milenario, estamos hablando de que en época musulmana ya se conocía la presencia de esta comunidad siendo, de las tres parroquias cristianas, la única que se conserva.
En este caso estamos hablando de su desenvolvimiento en una zona concentrada fuera de la muralla, extramuros, donde no están acogidos a la ley intramuros y se encuentran a merced de los enemigos y bandidos que pudieran generar estragos en sus propiedades.
Tras la reconquista, parece ser que el prior solicitó el nombramiento de la misma como colegiata, lo cual llevó a pleitear con Santa María de los Reales Alcázares para ver quién obtenía los derechos, siendo claramente como sabemos Santa María la triunfal, tal y como nos cuenta Ruiz Prieto en su historia de Úbeda.
En el siglo XIII se va a construir una iglesia románica de la cual nos queda poco, ya que fue remodelada en los siglos XVI y XVII para crear un templo con tres naves de las cuales solamente se llegó a construir el ábside, aprovechando los restos materiales reutilizados de la construcción anterior y los elementos no demolidos, lo cual denota dos ideas: o bien la búsqueda de una asequible reforma, o bien la falta de recursos que obligó a terminar la remodelación como se pudo. Es en este siglo cuando se suprime su artesonado de estilo mudéjar por una falsa bóveda, debiendo la configuración de sus capillas a una reforma acometida durante el siglo XVII.
De la fábrica románica procede también un interesante elemento que es el campanario de la iglesia, orientado hacia el noroeste y con un grosor en sus muros de piedra que hace pensar que fuese algún tipo de torre adelantada, cosa que solo se puede encuadrar dentro de las hipótesis.
El aspecto que ofrece hoy en día el templo, aunque remodelado por las desapariciones y modificaciones que lo afectan a lo largo de su larga historia, se podría enmarcar dentro del llamado mudéjar zaragozano, contando con el ya citado campanario del siglo XIII, una sola nave con una bóveda de arista del siglo XVI que vino a sustituir a un artesonado de madera mudéjar, al igual que su ábside, lugar en el que se encuadra una hornacina de estilo renacentista probablemente para la veneración del titular del templo, realizados en 1580, bajo la dirección del arquitecto Solís, de la que procede el arco de la sacristía de estilo renacentista.
Su capilla mayor fue construida bajo el patronato de los Garrido en el siglo XVII y contaba con unretablo del XVIII, ya desaparecido. Posee también una serie de capillas laterales, algunas de las cuales muestran arcos apuntados de estilo mudéjar.
La historia de la iglesia de San Millán siempre ha estado muy vinculada con la cofradía más antigua de la semana santa ubetense, la de Nuestra Señora de la Soledad que es también la de los alfareros y albañiles, con especial vinculación a este barrio, tal y como vemos en las fiestas del barrio que se celebran el día de la Ascensión, tal y como se ve en esta fotografía, en la que apreciamos las calles engalanadas y la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, obra de Amadeo Ruiz Olmos, procesionando con el arco mayor de la Iglesia como fondo.
Paradójicamente, esta cofradía de los albañiles y alfareros ve el templo de sus titulares en un estado malo de conservación, a causa de problemas estructurales en el campanario que se encuentra en una situación precaria.
Según el informe emitido por el Hermano Mayor, Francisco López Marín, el lamentable estado del campanario hace que sea necesario un llamamiento tanto a la conciencia ciudadana, que también se podría encuadrar dentro del llamado “Patrimonio Mundial” como institucional ya que es un factor fundamental que los ciudadanos e instituciones protejan el que es el campanario más antiguo de la ciudad y que requiere una intervención importantísima.
El campanario, con su cubierta de cuatro vertientes, se encuentra muy deteriorado por la acción zoológica de las palomas, lo cual representa un grave riesgo para su conservación, a lo que además debemos sumar los problemas derivados de las condiciones meteorológicas en las que el viento y la humedad, unidas a la ausencia lógica de impermeabilización, generan una serie de daños que hacen que peligre la integridad del campanario. Los materiales empleados en su ejecución son catalogados en el informe como “deficientes”, factor que unido a los anteriormente mencionados agrava aún más el problema.
Otro de los problemas que se presentan, según el informe, es el de un pequeño ventanal en la parte superior del campanario que tiene como finalidad acceder al tejado para su mantenimiento, cosa que parece ser innecesaria en la actualidad y que, por contra, representa un foco importante de entrada de agua y animales, lo cual únicamente serviría para garantizar la menor duración de la restauración que se pueda aplicársele, por lo que se propone su demolición.
Las actuaciones propuestas, además de la demolición de la ventana de acceso al tejado, son la desmantelación de la cubierta, ya que en ella se han detectado una serie de filtraciones que hacen que algunas de las vigas de madera, de poco valor arquitectónico según el informe, se encuentren en un estado de podredumbre tal que las puede conducir al colapso, haciendo que el material de la cubierta se precipitase sobre la base del campanario. Por esta razón, se debería actuar primeramente para sustituir y arreglar la cubierta, cambiando si fuera preciso la estructura portante (solo en caso de deterioro absoluto), colocar una lámina de impermeabilización y proceder a su reconstrucción, colocando en ella, una vez finalizadas las obras, alguna malla metálica o dispositivo que permita repeler las palomas para hacer que en el futuro generen el menor daño posible.
En este sentido, el informe está firmado por el Hermano Mayor en su condición profesional como arquitecto técnico colegiado. El problema se suscita cuando el aspecto personal se mezcla con el profesional, pues en su informe Francisco López muestra su opinión objetiva como arquitecto, mientras que por otro lado él tiene una implicación personal en este tema ya que es, como se ha apuntado más arriba, el Hermano Mayor de la cofradía más antigua de la Semana Santa de Úbeda, que tiene su sede en este templo, y ve cómo la integridad del campanario peligra día tras día, sin que la cofradía sea la responsable de este templo, y deseando que se le dé una solución en la que los miembros de la Soledad están dispuestos a contribuir en la medida de sus posibilidades, del mismo modo que otras veces han hecho.
El amor que la cofradía de los albañiles tiene por su casa hace que donen su tiempo y su esfuerzo para reparar su templo en varias ocasiones viéndose limitados en esta ocasión por los medios necesarios, que consisten en un andamiaje que representa un gasto inasumible para la hermandad y buscando por ello una solución en el propietario, el Obispado de Jaén, en las instituciones públicas y en todos los organismos que puedan prestar ayuda para paliar tan desesperada necesidad. Se ha planteado una solución tripartita en la que la cofradía aportaría la fuerza de trabajo dejando al propietario del templo y a las instituciones oficiales los gastos de la obra tales como materiales y andamiaje, pero de momento no ha habido respuesta.
El deber como ubetenses es dar respuesta a las súplicas de la cofradía no desde un punto de vista sólo religioso, para salvar una iglesia, sino para proteger un monumento que forma parte del patrimonio de todos, por el que en parte fuimos declarados con esa distinción de la UNESCO y pedir que las instituciones oficiales se movilicen para dar respuesta a un acuciante problema que pone en peligro una importantísima parte de nuestra historia.
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